Amayrani Abad Medina/ Radar Social
En lo alto de una casa común, donde la mayoría ve solo concreto y sol, Norma Ofelia Rea Galicia vio una oportunidad para sembrar vida.

Dentista de profesión, madre de cuatro; dos adolescentes y dos pequeños y heredera del amor por las plantas de su abuelita Ofelia, Norma convirtió el techo de su hogar en un verdadero huerto urbano.

Lo que empezó como un pasatiempo impulsado por la necesidad de ofrecerle a su familia alimentos más frescos y saludables, hoy se ha transformado en una experiencia de autosuficiencia, salud y conexión con la naturaleza.

Norma adaptó el espacio con un sustrato especial elaborado por ella misma, sumando composta y abonos orgánicos hechos en casa, lo que permite a sus plantas crecer fuertes y sin químicos.

En su azotea florecen hortalizas y hierbas de temporada: tomate, lechuga, zanahoria, betabel, pepino, acelga, apio, sandía, melón, frijol, elote, chile jalapeño, chile de árbol, albahaca, hierbabuena, orégano normal y orejón, entre muchas más. Cada planta, sembrada con dedicación y cuidado, forma parte de un ecosistema que alimenta, enseña y transforma.

Uno de los momentos más significativos que recuerda Norma fue cuando una amiga llegó de Monterrey y pidió ensalada. Sin bajar al mercado, del huerto recolectaron lo suficiente para alimentar a doce personas. “Ese día confirmé que sí es posible vivir de lo que uno cultiva”, relata con orgullo.

Más allá del beneficio económico —pues reduce considerablemente el gasto en alimentos frescos—, Norma destaca el impacto en la salud de su familia.

Su hijo menor, Gabriel, comenzó a probar sus primeras papillas con camote y zanahoria recién cosechados. “Siento que les doy lo mejor: alimentos frescos, sin pesticidas, llenos de nutrientes y cultivados con amor”, afirma.

Norma también comparte que esta práctica ha generado conciencia en sus hijos adolescentes sobre el valor del alimento. “Ahora ya no desperdician nada. Cuando ven cuánto tiempo tarda en crecer una zanahoria —hasta cinco meses—, entienden que no se puede tirar la comida a la ligera”, explica.

Hoy, Norma tiene un objetivo claro: inspirar a otras personas a hacer lo mismo. No importa si se tiene solo un patio pequeño, un balcón o un rincón soleado.

“Todos podemos sembrar algo. Cultivar en casa mejora la salud, ayuda a la economía y nos reconecta con la tierra. Ver crecer una planta desde la semilla hasta el plato es una experiencia poderosa”, asegura.

Desde su azotea, Norma no solo cosecha frutas y verduras. Cosecha conciencia, hábitos sostenibles y una vida más sana para su familia y, espera, para muchas más.